viernes, 7 de abril de 2023

TURNO DE VELA ANTE EL MONUMENTO

OFICIO DE LECTURA

Viernes Santo


V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.

R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.



CANTO


Hemos venido a este lugar

juntos en su nombre a adorar. (2)

Hemos venido a este lugar

juntos en su nombre a adorarle a Él.

Cristo, nuestro Dios y Rey.


Las manos altas levantad,

glorificad su nombre y adorad. (2)

Las manos altas levantad,

glorificad su nombre y adoradle a Él.

Cristo, nuestro Dios y Rey.


En su presencia estamos ya

justificados por la sangre. (2)

En su presencia estamos ya

justificados por la sangre que Él vertió.

Cristo, nuestro Redentor.



Salmo 2


Antífona: Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.


¿Por qué se amotinan las naciones,

y los pueblos planean un fracaso?


Se alían los reyes de la tierra,

los príncipes conspiran

contra el Señor y contra su Mesías:

«Rompamos sus coyundas,

sacudamos su yugo.»


El que habita en el cielo sonríe,

el Señor se burla de ellos.

Luego les habla con ira,

los espanta con su cólera:

«Yo mismo he establecido a mi rey

en Sión, mi monte santo.»


Voy a proclamar el decreto del Señor;

él me ha dicho:

«Tú eres mi hijo:

yo te he engendrado hoy.

Pídemelo: te daré en herencia las naciones,

en posesión, los confines de la tierra:

los gobernarás con cetro de hierro,

los quebrarás como jarro de loza.»


Y ahora, reyes, sed sensatos;

escarmentad, los que regís la tierra:

servid al Señor con temor,

rendidle homenaje temblando;

no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,

porque se inflama de pronto su ira.

¡Dichosos los que se refugian en Él!


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.



Salmo 21, 2-23


Antífona: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.



Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.


Dios mío, de día te grito, y no respondes;

de noche, y no me haces caso;

aunque tú habitas en el santuario,

esperanza de Israel.


En ti confiaban nuestros padres;

confiaban, y los ponías a salvo;

a ti gritaban, y quedaban libres;

en ti confiaban, y no los defraudaste.


Pero yo soy un gusano, no un hombre,

vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;

al verme, se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:

"Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;

que lo libre, si tanto lo quiere."


Tú eres quien me sacó del vientre,

me tenías confiado en los pechos de mi madre;

desde el seno pasé a tus manos,

desde el vientre materno tú eres mi Dios.

No te quedes lejos, que el peligro está cerca

y nadie me socorre.


Me acorrala un tropel de novillos,

me cercan toros de Basán;

abren contra mí las fauces

leones que descuartizan y rugen.


Estoy como agua derramada,

tengo los huesos descoyuntados;

mi corazón, como cera,

se derrite en mis entrañas;


mi garganta está seca como una teja,

la lengua se me pega al paladar;

me aprietas contra el polvo de la muerte.


Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores;

me taladran las manos y los pies,

puedo contar mis huesos.


Ellos me miran triunfantes,

se reparten mi ropa,

echan a suerte mi túnica.


Pero tú, Señor, no te quedes lejos;

fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

líbrame a mí de la espada,

y a mi única vida, de la garra del mastín;

sálvame de las fauces del león;

a este pobre, de los cuernos del búfalo.


Contaré tu fama a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.



Salmo 37


Antífona: Me tienden lazos los que atentan contra mí.



Señor, no me corrijas con ira,

no me castigues con cólera;

tus flechas se me han clavado,

tu mano pesa sobre mí;


no hay parte ilesa en mi carne

a causa de tu furor,

no tienen descanso mis huesos

a causa de mis pecados;


mis culpas sobrepasan mi cabeza,

son un peso superior a mis fuerzas.


Mis llagas están podridas y supuran

por causa de mi insensatez;

voy encorvado y encogido,

todo el día camino sombrío.


Tengo las espaldas ardiendo,

no hay parte ilesa en mi carne;

estoy agotado, deshecho del todo;

rujo con más fuerza que un león.


Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,

no se te ocultan mis gemidos;

siento palpitar mi corazón,

me abandonan las fuerzas,

y me falta hasta la luz de los ojos.


Mis amigos y compañeros se alejan de mí,

mis parientes se quedan a distancia;

me tienden lazos los que atentan contra mí,

los que desean mi daño me amenazan de muerte,

todo el día murmuran traiciones.


Pero yo, como un sordo, no oigo;

como un mudo, no abro la boca;

soy como uno que no oye

y no puede replicar.


En ti, Señor, espero,

y tú me escucharás, Señor, Dios mío;

esto pido: que no se alegren por mi causa,

que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.


Porque yo estoy a punto de caer,

y mi pena no se aparta de mí:

yo confieso mi culpa,

me aflige mi pecado.


Mis enemigos mortales son poderosos,

son muchos los que me aborrecen sin razón,

los que me pagan males por bienes,

los que me atacan cuando procuro el bien.


No me abandones, Señor;

Dios mío, no te quedes lejos;

ven aprisa a socorrerme,

Señor mío, mi salvación.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Me tienden lazos los que atentan contra mí.

CANTO


Yo no soy nada y del polvo nací,

pero tú me amas y moriste por mí.

Ante la cruz, sólo puedo exclamar:

Tuyo soy, tuyo soy.


Toma mis manos, te pido,

toma mis labios, te amo,

toma mi vida, !Oh! Padre,

Tuyo soy, tuyo soy.


Cuando de rodillas te miro, Jesús,

veo tu grandeza y mi pequeñez.

¿Qué puedo darte yo? Sólo mi ser.

Tuyo soy, tuyo soy.



LECTURA BÍBLICA: Lm 3,1-33

Lamento y esperanza en la tribulación

Yo soy el hombre que ha conocido el sufrimiento bajo la vara de su cólera; me ha conducido y llevado a la tiniebla y no a la luz; contra mí ha vuelto sin parar su mano todo el día.

Ha consumido mi carne y mi piel, ha quebrado mis huesos; ha levantado un cerco y me ha rodeado de veneno y pesadumbre; me ha confinado en las tinieblas, como a los muertos de antaño.

Me ha tapiado y no puedo salir, me ha cargado con pesadas cadenas; aunque grito y pido socorro, cierra sus oídos a mi súplica; ha cerrado mis caminos con sillares, ha retorcido mis sendas.

Ha sido para mí un oso al acecho, un león entre escondrijos; ha desbaratado mis caminos para despedazarme, me ha dejado desolado; ha disparado su arco y me ha hecho blanco de sus saetas.

Me ha clavado en los riñones las flechas de su aljaba; soy la burla de todo mi pueblo, su copla todo el día; me ha colmado de amarguras, me ha saciado de ajenjo.

Me ha roto los dientes con piedras, me ha aplastado en el polvo; he perdido la paz, me he olvidado de la dicha; me dije: «Ha sucumbido mi esplendor y mi esperanza en el Señor».

Recordar mi aflicción y mi vida errante es ajenjo y veneno; no dejo de pensar en ello, estoy desolado; hay algo que traigo a la memoria, por eso esperaré:

Que no se agota la bondad del Señor, no se acaba su misericordia; se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad!; me digo: «¡Mi lote es el Señor, por eso esperaré en él!».

El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor; es bueno que el hombre cargue con el yugo desde su juventud.

Siéntese solo y silencioso cuando el Señor se lo impone; ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza; ponga la mejilla al que lo maltrata y se harte de oprobios.

Porque el Señor no rechaza para siempre; y si hace sufrir, se compadece conforme a su inmensa bondad; pues no se complace en humillar y afligir a los humanos.



CANTO


Nadie te quiere como él,

Nadie te quiere como él,

Nadie te quiere como él,

Nadie te quiere como él.


Jesús te quiere como eres,

sólo él conoce tu verdad.

Siempre a pesar de los pesares

con Jesús puedes contar,

siempre a pesar de los pesares

con Jesús puedes contar.



LECTURA PATRÍSTICA: San Juan Crisóstomo

El valor de la sangre de Cristo

¿Quieres saber el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la profetizaron y recorramos las antiguas Escrituras.

Inmolad, dice Moisés, un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. ¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón? «Sin duda, responde Moisés: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor».

Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.

¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, y le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero y yo recibo el fruto del sacrificio.

Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.

Por esta misma razón afirma San Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues de la misma forma que Dios hizo a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquél a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.


CANTO


Que nuestros ojos no se pierdan 

la dulzura y el encanto de una ofrenda, 

la alegría compartida 

de la entrega sin espera a los demás. 

Que nuestras vidas sean un canto 

de alabanza y de gloria a su Nombre, 

por la entrega sin medida 

de su amor y de su vida en la Cruz.


Ved a Cristo, 

su sangre derramada por amor. 

Ved a Cristo, 

su muerte es nuestra salvación.



Final


Oremos:

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.


V/. -Dejarlo todo en tus manos, Señor.

R/. -Y hacer lo que sí depende de mí. Amén.

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